domingo, 30 de diciembre de 2012

Ernesto Parra (derecha), en la obra Narices. (Foto: Yaciel Peña /Agencia Cubana de Noticias)
Ernesto Parra es un joven inquieto que siempre anda a la caza de una idea que lo haga feliz.

Como director de Teatro Tuyo ha sabido sacar el máximo de provecho al talento de sus integrantes para marcar una época en las tablas de la provincia de Las Tunas y de Cuba, a partir de un concepto integrador del teatro para niños y para adultos, todo en un mismo mensaje. Y ahora, el grupo acaba de ganar el Premio Villanueva de la crítica especializada con su obra Narices, tal vez el lauro más importante en su ya extensa lista de premios.

Quizás sea por eso que siguen apostando por el género teatral clown y el lenguaje extra verbal, para cautivar a niños y adultos, que disfrutan de cada presentación, en la que los integrantes entregan parte de su alma, porque para ellos, hacer feliz al público en cada obra es la premisa fundamental, la meta suprema.

La obra Narices, estrenada en mayo pasado, fue como un viento cautivante para los más caros especialistas del teatro cubano reunidos en Camagüey, quienes quedaron tan gratamente complacidos e impresionados por la maestría de Teatro Tuyo, que sin discusión entregaron el Premio Villanueva y felicitaron al colectivo por una obra extraordinaria.

Como provincia, Las Tunas no alcanzaba un Premio Villanueva desde 1995 (cuatro años antes de nacer Teatro Tuyo), cuando el desaparecido proyecto Luz Negra alcanzó el lauro con la obra Metamosfosis. Y ahora el elenco de Ernesto Parra iguala el logro de aquel emblemático grupo, en un momento de auge del teatro en Cuba.

Narices tiene como trama principal a un payaso que no sabe por qué no tiene nariz, y con ese argumento, aparentemente simple, se desarrolla toda una enseñanza para grandes y chicos, que agradecen tanta gracia, tanta maestría a partir del lenguaje extra verbal que pone en alto el altruismo, la generosidad, el desinterés, los anhelos.

Teatro Tuyo nació el 15 de enero de 1999 con el nombre de Proyecto Piñata y solo tres integrantes. Ahora, con casi 14 años de vida, son ocho los integrantes que entregan su vida en casa ensayo, en cada puesta en escena, y de ahí su indiscutible triunfo, porque cuando se pone el alma en lo que se hace, los triunfos tienen que llegar, mucho más, cuando el elenco de actores y actrices derrochan talento, como corresponde a quienes poseen el primer nivel en las tablas. 

Ahora el grupo se prepara para su gira nacional desde el 16 de enero hasta el 4 de febrero, en la que enseñarán a toda Cuba el porqué hace casi 14 años aquellos tres integrantes apostaron por el teatro, por el triunfo, por la vida, en un camino largo que se abría ante ellos, pero sin una pizca de incertidumbre, porque sabían que con tanta carga expresiva, fuerza y vitalidad no había otra posibilidad que llegar hasta donde se lo proponían. Y así ha sido.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Hace muchos años, el poeta e investigador Carlos Tamayo Rodríguez, realizó un estudio genealógico sobre Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, y determinó que mi mamá era chozno de tan importante personalidad de la historia de Cuba, pero como yo era un adolescente de 13 ó 14 años no le di mucha importancia a aquel hecho, que se fue olvidando con el paso del tiempo aunque siempre estuvo en algún lugar de mi mente aquella aseveración.

Yo nunca más hablé con Carlos acerca de este tema, mas, hace unos días, cuando discutió su tesis de Maestría sobre la vida y la obra de El Cucalambé, acto en el que estuve presente, me señaló como uno de los descendientes del poeta bucólico más importante del siglo XIX en Cuba, y sentí orgullo por estar en la familia de alguien que representa lo más genuino de mi ciudad, Las Tunas, que en aquel tiempo se nombraba Victoria de Las Tunas. 

La familia de Nápoles Fajardo era dueña de tierras y de un ingenio (Tren jamaiquino) en una población eminentemente agrícola y ganadera, en aquel incipiente pueblo. Su padre, Manuel Agustín Nápoles Estrada, era propietario de terrenos en la finca El Cornito, donde vivió hasta los 29 años, y quizás por esa vida de campo fue tan marcado su amor a la naturaleza y a los campesinos, dos elementos recurrentes en su poesía.

Dicen que fue su abuelo materno, el hacendado y cura José Rafael Fajardo García, quien lo educó. Fajardo García era conspirador contra la Metrópoli de España, por lo que guardó prisión, y seguramente le inculcó al muchacho sus ideas independentistas.

El ser hombre del campo, labrador, no le impidió que se limitara en sus aspiraciones profesionales, y por su constante estudio y preparación fue periodista, editor, dramaturgo y pagador de Obras Públicas.

En la poesía encontraba su musa en su esposa Isabel Rufina Rodríguez Acosta, una mujer que lo inspiraba y de qué manera, porque se convirtió en la figura más prominente de la espinela del siglo XIX en Cuba, cumbre del siboneísmo y el criollismo literarios, fuente de inspiración para poetas posteriores.

Juan Cristóbal publicó sus primeras décimas guajiras en 1845 en El Fanal, publicación periódica de la Villa de Santa María de Puerto Príncipe, la actual Camagüey. Después colaboró con la Piragua, órgano del grupo siboneyista, por ello se dice que fue un genuino representante del siboneyismo y el criollismo en la poesía cubana.

En 1856 publicó su primer libro: Rumores del Hórmigo, (nombre  que alude al río Hormiguero, que pasa por la ciudad de Las Tunas), y constituye el núcleo de sus poemas campesinos.


Pero no solo escribió décimas, sino también sonetos, letrillas, epigramas y romances. En el mundo literario se dio a conocer como El Cucalambé que, según Carlos Tamayo Rodríguez, significa cierto baile de negros, seudónimo festivo de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, que se corresponde con una parcela fértil de su obra, enraizada en los valores autóctonos de nuestro folclor latinoafricano.

El Cucalambé desapareció misteriosamente de Santiagode Cuba en 1861, a la edad de 32 años, cuando se desempeñaba como pagador de Obras Públicas. 

Entonces lo acusaron de robarse tres mil 98 pesos, aunque la documentación del archivo histórico de Santiago de Cuba, induce a que fue hecho desaparecer por quienes sustrajeron el dinero, y algunas de las otras incontables versiones acerca de la muerte del bardo, se han convertido en verdaderas leyendas.

En El Cornito se conservan las ruinas de lo que fue su casa y acerca de este singular sitio de la ciudad de Las Tunas, El Cucalambé, expresa en una de sus obras:

A la orilla de un palmar
que baña el fértil Cornito,
a la sombra de un caimito
tengo mi rústico hogar.
En este asilo sin par
con mi madre y mis hermanos,
siempre alegre, con mis manos
la feraz tierra que abono,
amo a mi esposa y entono
mis pobres cantos cubanos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Acabo de participar como jurado en el Concurso provincial de Periodismo Ubiquel Arévalo Morales, que la Unión de Periodistas en Las Tunas convoca desde hace 23 años. Y he sentido la satisfacción de ser joven otra vez, rodeado por obras de muchachas y muchachos veinteañeros que arrasaron con todos los premios y relegaron completamente a los colegas de experiencia y oficio, quienes en su inmensa mayoría tuvieron que ver los premios desde el público, sin llegar a ellos.

Todos estos muchachos de la actual generación son mejores que nosotros, por lo menos en la generalidad, sencillamente porque hacen un periodismo diferente, renovador, comprometido con ellos mismos –y con la Revolución, claro-, alejado del esquematismo y la forma de mirar esquemática y antigua presente en no pocos de nosotros, y de la generación anterior a nosotros ni se diga.

Yo, eternamente joven de espíritu, a pesar de pasar de los 50, he disfrutado como nadie estos triunfos, y sin temor a las posibles contradicciones entre generaciones (que son necesarias para el propio desarrollo y por aquella sentencia filosófica de que lo nuevo niega lo viejo) levanto mis dos manos (porque no tengo más) ante la calidad probada de esta generación que empuja.

El Concurso premia en cinco categorías: Prensa plana, Radio, Televisión, Periodismo hipermedia y Periodismo gráfico, y en todas ellas, y entre tantos competidores de todas las edades, solo los menos jóvenes Maira Castro Lora pudo ganar absolutamente en Periodismo hipermedia, Jorge Pérez Cruz y Juan Emilio Batista Cruz asirse al tercer premio en Prensa Plana, e Hipermedia, respectivamente, y Ernesto Peña llevarse el segundo premio en Periodismo gráfico, porque en realidad, como se dice en Cuba, siguen siendo “troncos” de periodistas.

Siento mucha satisfacción y gran admiración al pronunciar estos nombres de jóvenes intrépidos y profesionales en el amplio sentido de la palabra: Zucel de la Peña, ganadora absoluta en Prensa plana, la bella y carismática Elena Diego Parra, monarca en radio; la inquieta e incisiva Natasha Díaz Bardón, reina de la televisión; el ocurrente del lente Yaciel de la Peña, rey del Periodismo gráfico y la bella Misleydis González (quien acapara la atención masculina por sus curvas y líneas provocadoras), ganadora del Premio único en Periodismo de investigación, y la siempre pausada, reflexiva y profesional Maira Castro Lora, que aunque pasa de los 40 su espíritu no llega a los 20.

No puedo dejar de mencionar a otros jóvenes que arrasaron con los demás lugares: los televisivos Gianny López Brito y Dianela Cano; las radialistas Darletys González y Ana Isa Vidal, el bloguero Mandy Fernández y una bella muchacha de la prensa plana: Yanet Lagos Lemus, quienes, al igual que los ganadores, no sobrepasan los 25 años de vida como promedio y con uno o dos años de graduados.

Nada, que el periodismo en la provincia de Las Tunas anda por un magnífico camino, porque quienes tienen la responsabilidad de seguirnos no solo lo hacen, sino que nos empujan  para que no dormirnos en los laureles, otra sabia sentencia que se esfrime en mi país.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuentan que siendo un niño vendía tamales, bocaditos de cerdo asado y en sus “tiempos libres” limpiaba zapatos por las calles de la entonces ciudad de Victoria de Las Tunas, en el oriente cubano.

Era un niño muy despierto, y aunque estudiaba tenía que ayudar al sustento familiar de cada día, y desandaba de un lado a otro en el afán de llevar algunos centavos para el hogar, pero cuando pasaba por un campo de pelota improvisado, donde chicos como él jugaban béisbol de barrio, se le olvidaba todo, y tenía que ponerse fuerte para seguir en sus labores.

Así de penetrante en su mente y su cuerpo era la pelota, quizás porque la llevaba en los genes que había heredado de su padre, o porque deleitaba su espíritu esa magia que se establece entre pitcher y bateador, hasta que un día se hizo pelotero y dicen que jugaba muy bien.

Por eso cuando se empinó sobre el suelo, y pudo tomar su verdadero rumbo, después del triunfo de la Revolución cubana el primero de enero de 1959, Juan Emilio Batista Cruz se involucró completamente al proceso que cambió la vida del país, militó en las filas de los Jóvenes Rebeldes y un día, cuando ya estaba maduro en sus pensamientos, se fue hacia su otra gran pasión: el periodismo, y empíricamente –y con su talento, claro- comenzó a emborronar cuartillas hasta que se convirtió en profesional graduado en el primer egreso del curso para trabajadores de la Universidad de Oriente.

Y aunque escribía de cualquier tema en los noticieros de radio y los periódicos de turno, su otra gran pasión era el deporte en sentido general y el béisbol en lo particular y el periodismo deportivo lo atrapó para siempre.

Yo lo conocí siendo un niño, cuando andaba con mi padre –pelotero también- por cuanto juego de béisbol se celebraba, y Juan y mi viejo andaban enrolados en los apasionantes partidos que se celebraban entre empresas, y yo detrás de ellos.

Después, al fundarse el diario 26, allá por julio de 1978, yo era fotograbador y fotorreportero, y como a mí también me gustaba el deporte, siempre hacía un tiempo para llegarme hasta su departamento, y preguntarle por esto o por aquello, y el día que le escribí un texto deportivo y él lo leyó, me dijo con asombro: “¡pero tú puedes ser redactor!”, y se lo enseñó a otros colegas para que corroboraran lo que afirmaba.

Ya de redactor en el diario, le enseñaba a Juan Emilio cuanto texto escribía, y cada conversación con él era una clase de periodismo y mis cuartillas salían embarradas de su tinta para que las hiciera mejor. Y así pasó el tiempo.

Un día Juan Emilio marchó a Angola, como reportero de un periódico de la misión cubana en el país africano nombrado Verdeolivo en misión internacionalista, y 26 recibía semanalmente sus Crónicas desde Angola, y Tuneros en Angola, en las que mostraba sus dotes como periodista integral, que trasladaban al lector hacia el África, con su verbo fino y su capacidad de narrar hechos históricos, costumbres, accidentes geográficos, entrevistas de combatientes cubanos en el lejano país.

Ya con el paso del tiempo, como no podía jugar béisbol, se dedicó a ser pitcher de los equipos del softbol de la prensa, y con una bola sin mucha velocidad pero enmarañada, hacía estragos a los bateadores contrarios, y era toda una fiesta cada vez que lanzaba.

Otro día cualquiera, después de 42 años activos en la profesión, Juan Emilio se jubiló, pero como bendición o castigo no puede desprenderse de su ordenador y tiene que escribir todos los días, ya sea para su blog, o la sección De la historia del deporte en Las Tunas para Tiempo21, o para 26 digital, o para la historia, a través de sus libros.

Próximo a cumplir los 70 años de vida, el 9 de octubre de este año, Juan Emilio es hoy una persona privilegiada por muchas razones: por sus dos hijos: Norge, insigne trovador y voz líder de ese movimiento en Las Tunas y Noide, brillante oncólogo que labora en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana; sus amigos, sus compañeros de profesión que siempre están al tanto de El Charro, como se le dice en el gremio, por su trabajo certero cuando se necesita en la Unión de Periodistas

Y para suerte de todos, Juan sigue siendo un voz autorizada y necesaria cuando se precisa de una opinión dentro del gremio, y si es deporte o de béisbol en particular y usted quiere un análisis de cómo marcha la Serie Nacional pregúntele, “búsquele la lengua” y tendrá una disertación llena de pasión que lo aclarará o lo sumirá más en sus dudas de cuál será el próximo equipo campeón de Cuba. Pregúntele, vaya, pregúntele.